Me llamo Sofía, tengo 48 años, y llevo más de 20 años practicando el candaulismo con mi esposo, Daniel. Nuestra historia es una mezcla de amor, confianza y deseo, que nos ha llevado a explorar y vivir una sexualidad plena y sin tabúes.
Cuando Daniel y yo nos conocimos, ambos estábamos en la treintena, llenos de sueños y con una vida sexual que ya entonces era intensa y abierta. Desde el principio, nuestra relación estuvo marcada por una comunicación sincera y una curiosidad mutua por explorar nuestras fantasías más profundas. Fue en el segundo año de nuestro matrimonio cuando Daniel me confesó que fantaseaba con verme con otro hombre. Al principio, la idea me tomó por sorpresa, pero no me asustó. Al contrario, me intrigó.
Lo hablamos durante meses, explorando la idea, asegurándonos de que ambos estábamos cómodos y de que nuestra relación se fortalecería con esta experiencia, en lugar de debilitarse. La primera vez que lo hicimos, fue con un amigo cercano, alguien en quien confiábamos plenamente. Recuerdo cada detalle: los nervios, la emoción, y sobre todo, el placer de ver cómo Daniel me miraba mientras estaba con otro. Fue como si nos conectáramos en un nivel completamente nuevo. No era solo el acto sexual, sino el compartir esa experiencia, el vernos a través de los ojos del otro y redescubrirnos.
A lo largo de los años, el candaulismo se ha convertido en una parte integral de nuestra relación. Hemos tenido muchas experiencias diferentes, algunas con amigos, otras con desconocidos, pero siempre con el mismo respeto y cuidado hacia nuestra relación. Lo más importante para nosotros es la confianza y el amor que nos tenemos. Para muchos, puede parecer extraño o incomprensible, pero para nosotros, es una expresión más de nuestro amor y nuestra libertad.
A través del candaulismo, he aprendido mucho sobre mí misma. He descubierto que puedo sentirme poderosa y vulnerable al mismo tiempo, que mi sexualidad no tiene límites más allá de los que yo misma me ponga. También he aprendido a ver a Daniel de una manera completamente nueva, apreciando su deseo y su entrega, sabiendo que lo que hacemos fortalece nuestro vínculo en lugar de romperlo.
Para mí, el candaulismo no es solo una práctica sexual, es una forma de vida que hemos elegido, una forma de estar juntos en la que ambos nos sentimos completos y realizados. No ha sido un camino sin desafíos; hemos tenido que enfrentar celos, inseguridades y las opiniones de los demás, pero cada obstáculo lo hemos superado con diálogo, respeto y amor.
Hoy, después de 20 años, puedo decir que no me arrepiento de nada. Cada experiencia ha sido única y nos ha permitido crecer como pareja y como individuos. Sé que el candaulismo no es para todos, pero para nosotros, ha sido una forma de vivir nuestra sexualidad de manera plena, abierta y sincera.
La gente a menudo me pregunta si alguna vez me he sentido utilizada o si he tenido dudas sobre lo que hacemos. Mi respuesta siempre es la misma: jamás. Lo que hacemos es consensuado, lleno de amor y respeto, y ha sido una fuente de placer y conexión para ambos. Si algo he aprendido en estos 20 años, es que el amor y la sexualidad tienen muchas formas, y lo importante es encontrar la que te haga feliz.
Así que aquí estoy, 20 años después, más enamorada que nunca de mi esposo y de la vida que hemos construido juntos. Y sí, seguimos practicando el candaulismo, porque es parte de lo que somos, de lo que nos hace fuertes y nos mantiene unidos.